miércoles, 1 de octubre de 2014

Para Miguel.

(Aight switching back to Spanish again I know nobody will mind) Estoy en el humor de al fin compartir esto, lo habia sometido a un concurso de cuentos cortos en la prensa y ahora pienso que como este sitio no tiene tanto trafico no va a importar si lo posteo:

Para Miguel.



Se madrugo en Nueva York entre Harlem y Buffalo, está ahora sentado leyendo el periódico esperando en el lobby del hospital, y él sabe que nadie le quita los ojos de encima. Ya se lo habían advertido, y aun así no le importaba. Precisamente con todas esas advertencias se incluyen las estrategias y como se ajustan con sus destrezas, y así es como a Rommel no le importa las malas miradas locales. No obstante entretiene el pensamiento de a qué se debe, podrá ser la costumbre racista por el color de la transformación en su piel y las marcas, y el hecho que anda portando un arma bajo su abrigo oscuro. Las miradas solo pueden asumir eso último, el tiene sus dudas que tengan la visión así de entrenada para ese detalle. Por otra parte tal vez lo miran mal y con prejuicio por algo que haya pasado, sea recientemente o ahora en el momento, tratando de entender eso Rommel le presta una ojeada al televisor en la sala y se fija que no se están transmitiendo noticias. Se levanta por un momento y regresa a un local en otra sala donde consiguió el periódico para pedir una botellita de agua. No percibe ningún prejuicio del cajero obeso atendiendo que le sonríe tomándose un cafecito, el televisor encima de ellos en el local lo que transmite es un encuentro clásico de la lucha libre local por un canal de deportes y Rommel convenientemente llega en el momento para presentar a los peleadores: el hijo prodigioso del pueblo, el caballote italoamericano campeón de peso completo Cosmo Grand. Y en esta esquina el retador, el invasor forastero vaquero malvado bandido que llego solo a ofender y llevarse el título, Bad Bad Frank. Sin darse cuenta, se acomodo como espectador delante de la pantalla. Le quiere solamente echar un vistazo al retador. “¿Usted ha visto esa pelea antes?” – el cajero decide preguntarle.
“No…” – Rommel contesta, pero alza un índice libre para tratar de señalar al Bad Bad Frank. “Pero a él lo he visto luchar en persona. Por el Pacifico, contra un cubano, Mago Merluzo yo creo que se llamaba.”
“¿Si, y en qué año?”
“Para el 2006, nunca se me olvida.”
“¡Ah rayo, tal vez nos encontramos! ¡Yo estaba para esa también!”
“¡Si, lo más seguro!...” – rápido se intercambian miradas amenas y él se despide. “Buen día a usted…” – camina de regreso al lobby con el periódico enrollado bajo el sobaco derecho y se toma el agua, siente fuerte actividad en la sala de emergencia por el otro pasillo más abajo con las ambulancias que van llegando y bajando una colección de paramédicos y jóvenes pacientes en las camillas. La gritería es como si estuviesen en una casilla médica en el medio de la batalla. Se salpica para verse un joven de raza mixta agitado en su camilla apretando una herida en el pecho, llorando y gritando en agonía, Rommel a esto desvía sus ojos alzando sus cejas y sigue tomando de su botella. Busca su asiento en el lobby y divisa en ese otro televisor ninguna novedad. Se sintoniza un canal de documentales americano, aunque ya con la hora que paso concluye un documental archivado sobre el presidente ruso Boris Yeltsin.
“Concluyendo su campaña para la reelección, Yeltsin hizo una sorpresiva visita a sus fuerzas armadas en Chechenia para personalmente informarles el fin del conflicto, y a su vez felicitarlos por sus esfuerzos…” – las miradas malas siguen por parte de otras personas esperando, son jóvenes, más o menos como el mismo que vio en esa camilla sufriendo, pero ya Rommel no puede esconder que le es poca cosa, se sienta, deja su espalda caer y se recuesta, y termina el documental de Yeltsin. “…ninguna estatua en su imagen, a diferencia de los pasados lideres de Rusia, solo una placa en el Kremlin que establece su legado como el primer presidente de Rusia democráticamente escogido por los ciudadanos para dirigir.”
 

Torna la mirada y se agrada con la sorpresa, ahí está Miguel y todo le salió bien. Su hermana Gabriela lo empuja en la silla de ruedas, y así Rommel se levanta para saludar y ayudarlos. “¿A Dios y tú qué haces aquí?” – Miguel se alegra en verlo dándose la mano.
“¡Bueno yo llegue con toda la prisa que pude! ¡Tu ya sabes que a mí me importa, y a todo el mundo que tú conoces! ¿Gaby como tu estas?” – se dan un beso en la mejilla y ella le cede la silla. Ella le huele bien, viste igual, y su físico en forma como siempre.
“Mas que tranquila ahora, Romm. ¿Y tú, dormiste?” – ella le contesta.
“¡Si yo estoy bien, olvídate de eso! ¡Tuvieron una situación y vamos andar en mi carro, ustedes ni se preocupen!” – el les asegura y salen del lobby a la marquesina interior entre ancianos y señoras arribando para tratamiento menos invasivo. Los deja por un momento para pagar el estacionamiento y recogerlos, un enfermero los asistió para ayudar a Miguel montarse en el carro y retomar la silla de ruedas, Rommel se lo agradece, se van por la carretera. “¿Y cómo te sientes?...” – la primera pregunta bien obvia. “¿Ahí como te trataron?” – genuina curiosidad con la segunda, el ambiente le fue algo distinto de lo que se ha acostumbrado.
“Nah, chacho, ahora a esperar a que se me baje la anestesia…” – Miguel contesta bien reclinado mirando afuera.
“Eso siempre chava.”
“Tengo que volver mañana para que me saquen hematomas.”
“Si quieres yo te recojo para esa cita.”
“¡Nah está bien!...” – Gabriela por explicar. “Yo creo que ya para mañana puedo resolver y el puede llegar con otra escolta.”
“¡Ah muy bien entonces!” – Rommel opina. “Cualquier cosita, tu sabes…”
“Lo sé…” – Miguel le contesta. “Esto es solo algo que yo no estaba esperando.” – callan el resto del viaje, Rommel queda sin que decirle para que ellos estén tranquilos y Gabriela no lo quiere molestar. Ella se alegra en silencio que al parecer no va discutir su independencia y coger calle otra vez. Ahora es solo cuestión de que ella lo ayude, y todo el mundo está cooperando. Llegan al edificio, un camino subterráneo primero para el estacionamiento. Los reciben ahora la mencionada escolta, bruscos uniformados como guardias de seguridad con los colores dorados de la compañía. Este ya es el beneficio adquirido por las labores de Gabriela y el tiempo que lleva con ellos. Ayudan a Miguel para que se levante y pueda permanecer de pie para poder llegar hacia el primer ascensor, y desde ahí su hermana lo acompaña mientras a Rommel le permiten estacionar su vehículo cerca. Por el no esperan y él no tiene ningún problema con eso bajándose del carro y esperando su turno para subir, se saludan él y los guardias en silencio por el camino. Unos tres pisos y arriba a otra recepción hacia un puente con un andar eléctrico donde ya ve a los hermanos alcanzar el final, el los saluda y hace gestos que sigan. La recepción es más bien un bloqueo con más de los guardias vigilando.
“Rommel Maldonado…” – ellos le van preguntando. “You’re the guest of Gabriela Tapia today, is that correct?”
“Yes, I drove them back from the hospital.”
“Alright, got any metals on you?”
“Just two.”
“We’re gonna need for you to place them on this tiny basket if you will…”
“Of course.” – y los guardias se alarman con la tranquilidad en que Rommel se desarma de una larga pistola automática por la correa bajo su abrigo y un revolver más pequeño en otra correa por la bota de caza izquierda.
“…do you have a carrying permit for these?”
“Well yes, and a union card.” – Rommel entiende que es mejor que vaya sacando su billetera con los registros pertinentes.
“Union card?...” – el agente de seguridad lo verifica.
“Yes sir, freelance, union card. I work in the Cincinnati area and I carry it with me always. Just in case it gets misplaced in these type of security points, which I’m very willing to leave here with you people of course!...” – los agentes se reunen por un memento para discutirlo, y bien rapido se ponen de acuerdo.
“Alright, these stay here, then before you leave we’re gonna have to verify this registry.”
“Very well, I understand…” – le ceden el paso y el toma el andar eléctrico, atraviesa el puente que cruza toda una calle. Las ventanas que toman toda la estructura ahumadas al igual que el aspecto del edificio en sus exteriores, le pasa por el lado en el camino peatonal mas voluntario a un joven con el aspecto de artista tomando fotos al panorama afuera. Se ve con la misma piel suya, el pelo largo oscuro amarrado, viste de negro con la camisa de mangas largas. El día afuera aun en el trance del sereno, lento en comenzar. Rommel alcanza el final del puente hacia un ambiente más gris y minimalista vacio por el momento con solamente escaleras eléctricas trabajando, les pasa por el lado buscando de corredor en corredor a otro pasillo con los ascensores hacia las viviendas. Divisa la imagen de Gabriela en un retrato de propaganda mientras espera, Lemelson Investment, “Your true connection to the Americas.” Viste y sonríe como ejecutiva guapa Hispana ante una ecléctica mezcla de una playa, el azul marino con rojo y el logo de la compañía. Llega el ascensor y ahora debe esperar alcanzar el séptimo piso, sale al pasillo, y ella está en su puerta esperando. Esto será breve, una despedida y las gracias, ya Miguel se acostó para que se le quite esa anestesia del sistema. Ella no le menciona que hoy tenían que verlos a los tres en el mismo carro y Rommel entiende porque sin vacilarlo. Le logra preguntar que van hacer después, con sus vidas, no durante el día. Gabriela le dice que se quieren ir, a Montreal tal vez, que ya este sitio se está poniendo menos diplomático. Rommel contesta que eso es una excelente decisión, y los deja.

            Le verifican los registros y con todos los detalles correctos el sale del edificio sin problema. Luego Rommel recibe un recordatorio por texto de la unión, tiene una cita pendiente. Quince minutos antes como costumbre y se percata que lo esperaban en el otro edificio menos formal pero aun espacio de oficina en ese sector de negocios. El que lo espera abrigado y encapuchado, sentado en una parada de guagua en desuso, ve a Rommel salir del estacionamiento subterráneo para los ascensores más inmediatos de la entrada con nada de seguridad. Entran al primer ascensor disponible, el encapuchado presiona para el undécimo piso, y sin decir nada sale antes de que cierren las compuertas. Rommel arriba entra por el pasillo crema y busca primero a su derecha, acierta al ver una puerta abrirse y un individuo afroamericano vestido de blanco le hace los gestos de que pase. El primer cuarto en ese espacio completamente vacío pero decorado, grandes cruces de madera en las paredes crema, un retrato de la imagen aria leona de Jesús en la primera pared al abrir la puerta  y adyacente a la próxima salida por donde pasan, un otro retrato de David Koresh. Solo se escucha un activo sonido de teclados a todo vapor en los cuartos hasta llegar a la sala principal, Rommel logra ojear lo que espera en una puerta semi-abierta por el camino, más jóvenes como su guía encerrados frente a varios monitores en un cuarto similar a la entrada. Le llama la atención como siempre una caja fuerte también visible, así son esa especie nueva de programadores organizados bajo una fe, siempre algo para mantener asegurado en cualquier esquina del planeta. “Buenos días…” – le da la bienvenida a la sala principal un señor de cabeza gorda mas expresivamente vestido con camiseta roja de cuadritos, pantalones y mocasines más aptos para trabajar. “…you speak Spanish, is that correct?”
“Si eso es correcto.”
“Ah muy bien, pase por aquí por favor.” – entran, la sala convertida en su amplia oficina con muebles en cada pared y dos asientos entre su escritorio de trabajo. Detrás suyo al sentarse para seguir trabajando otra de las grandes cruces y delante suyo al quitarle los ojos a su monitor un retrato mas grande de Koresh que toma la pared, iluminado y con los brazos abiertos. Rommel se sienta frente al caballero para que termine rápido lo que estuvo haciendo, en la espera observa al lado de la cruz otro retrato de Jesús y otro de este señor vestido como pastor posando con los que parece ser su congregación. “De verdad hizo bien en llegar así antes, aquí está por estallar una seria situación desde la madrugada, y ahora es mas preferible que resuelva su parte antes de otra entropía paralizadora de protestas.” – el caballero comenta mirándolo pero con las manos aun concentradas en su teclado.
“Yo ya eso lo sospechaba.”
“Muy cierto…” – interrumpe las manos trabajando para hacer mas fija la conversación. “¿Usted nota que esta todo como en silencio? Aquí, uno solo se percata cuando nada se escucha. Entonces salimos de una desconfianza en la prensa a ni tan siquiera tener la prensa.”
“Y como de costumbre la policía nunca dice la verdad.”
“Esto comenzó en Ohio…” – explica mirando el monitor. “Precisamente de donde usted salió, en la medianoche elementos clandestinos de esta ciudad hicieron una incursión bien impropia, hasta se llevaron gente…”
“Bien propio de los elementos clandestinos en mi área ellos no esperan verlos vivos otra vez, así que ya habrán respondido esa ofensiva.”
“Pues si, como a eso de las cinco de la madrugada.” – mira a Rommel otra vez. “Se lo digo desde ahora que evite tener que pasar por el este de Harlem. Ahora bien, seguimos aquí…” – abre una gaveta y se va poniendo unos guantes desechables. “Veo que usted ya lleva sus propios guantes puestos, eso es perfecto.” – y le exhibe una bolsita desechable cargando un celular. “Por favor preste atención, no use esto para hacer llamadas, ni se lo ponga en la oreja…” – accede la galería de fotos, se lo ofrece a Rommel y él lo acepta. “Los jóvenes en las primeras dos imágenes usted los encontrara afuera en la última estación de tren al norte de aquí…” – se ven dos de esos chamaquitos altamente urbanos, facciones y piel dominicanas. “La luz verde es para esos dos, usted se presentara usando este aparato para cualquier uso que no sea personal, y ellos se lo van a quitar de las manos. No saldrán corriendo, en vez de eso lo que harán es amenazarlo para mantenerlo callado, y esa será su oportunidad.” – Rommel divisa una tercera y última foto en la galería, este otro joven que no puede ser más diferente. Europeo blanco, probablemente alemán, barbudo vestido como un punk y el pelo rubio bien alto en brillantina.
“¿Este tercero?”
“Usted va a dejar ese aparato con los otros dos. Si le explico, el tercer individuo es un programador, similar a los muchachos que tengo aquí trabajando. Sus amigos han estado hurtando cualquier celular que vean para entregárselo, y él lo reprograma para unas gestiones…nefastas y subversivas. El tuvo una pasada transgresión con nuestra causa y nos tomo tiempo, pero ya lo encontramos. Hoy la labor suya es simplemente dejar claro un mensaje.”
“Gestiones subversivas, dice usted…” – Rommel comenta guardando en la bolsa y luego en su abrigo el celular.
“¡Es la verdad, esto es severamente importante! Sino pues hubiéramos contactado cualquier otra persona de este mismo patio. Cabe mencionar que los dos que usted necesita ver hasta llevan un perfil completo en varias manifestaciones. Exceden vandalismo, son de los que linchan cualquier persona relacionada en las grandes compañías. Los otros días de hecho acosaron y atacaron a un muchachito cardiaco en la discoteca bien cerca al verlo salir del edificio de Lemelson. Nadie se siente seguro en ese edificio bien cerca, están viviendo ahora encerrados…”
“¿Qué tan pronto usted cree para que hayan manifestaciones para el día de hoy?” – Rommel le pregunta levantándose rápido, el caballero hace lo mismo quitándose los guantes.
“Usualmente antes del mediodía, usted lo que tiene es tiempo para alcanzarlos utilizando la parada del metro aquí bien cerca. No se preocupe de las cameras de seguridad, aquí ya las tenemos interceptadas desde temprano.” – le ofrece la mano para la despedida y Rommel la acepta. “¡Que Jesús lo acompañe usted!”   

            El encuentro fue breve, pero para esos dos jóvenes de la urbe fueron unos segundos bien lentos. Quien le agarro el celular era como mas mayorcito y el único de los dos armado, no tuvo la misma velocidad que Rommel por ser demasiada la sorpresa. El se lo pudo notar en las miradas, ellos entienden que él no se estaba defendiendo. Jamás se imaginaron que era cuestión de alguien esperándolos un día, tal y como la peor fuerza se acostumbra ahora sin piedad a la miseria. Al segundo se le zafan lágrimas indeciso, se le ocurre salir corriendo, furioso, señalando y amenazando, pero le alcanzan dos tiros antes que vire. Se escucho duro y Rommel sale de la escena con prisa sin correr, solo carros transitando con prisa en la escena por la estación a esas horas. Regresa a la plataforma de la estación, regresa a su vehículo, y antes de regresar a su cuarto en el hotel del aeropuerto encuentra al encapuchado ya mirando una torre de humo subiendo desde una nueva protesta. Le pasa por el lado a las torres de Lemelson una vez más, el área esta activa pero todo tranquilo. Y de regreso en el hotel, aun sin noticias. Canales locales solo dan telenovelas hispanas o americanas, reality shows, antiguas repeticiones de series clásicas, e inconcebiblemente más clásica lucha libre. El canal de documentales ahora lo que trasmite es una reseña sobre la presidencia de Barack Obama sobre sus propios ataques a la prensa y aquel intento famoso de silenciar las revelaciones de la NSA. Le suena el celular a Rommel y él contesta una llamada de Gabriela. “Gabriela, dime.”
“Gracias Rommel.”
“¡No, no es por nada! Tú sabes que yo puedo en cualquier momento salir y conseguirlos ustedes cuando necesiten. ¡Y yo puedo hacer más para ustedes los dos, tú lo sabes! Lo que tú crees que no puedas pero yo sí, solo me lo dejas saber…”
“No, gracias Rommel. Ya me entere, gracias por encontrar a esa gente…”

- AA
“No, eso no Gabriela. Para eso tú jamás me des las gracias. Eso tu y yo nunca lo hablamos, adiós.” – y engancha.